En el pueblo de Lloseta se hornean unos exquisitos pasteles: los cardinals, dignos del más sofisticado miembro de la curia romana.
Se trata de una tarta alargada, hecha de merengue, nata y un sutil bizcochuelo.
Deliciosos y tremendamente refinados, son creación del Forn de Baix, que guarda en secreto la receta de esta delicia. Una soletilla muy esponjosa, llamada medritxo mallorquí, y el merengue suizo envuelven un relleno de nata aromatizada con kirsch.
El cardinal mide unos 45 centímetros, así que está pensado para compartir en celebraciones.
El pueblo de Lloseta, muy tranquilo y agradable, está situado cerca de Inca. Sus edificios más destacables son la Iglesia Parroquial y el Palacio de Aiamans, que se encuentran juntos, en la plaza principal.
El palacio fue construido en 1634 por Miquel Ballester Togores, conde de Lloseta. Tiene una hermosa fachada de estilo italianizante, adornada con balaustradas de piedra, arcos adosados y bustos, resultado de la reforma acometida en el siglo XIX. Ya en el siglo XX, el arquitecto Gabriel Alomar dirigió las obras en el interior y los jardines.
Frente a la antigua casa de los posaderos de Ayamans hay un agradable bar, rodeado por las zonas ajardinadas del palacio y la iglesia, ideal para tomar un aperitivo. El Palau de Aiamans está declarado Bien de Interés Cultural y se destina a la celebración de eventos culturales.
En la plaza del Teatre encontramos el Teatro de Lloseta, un edificio cuya impoluta fachada de mármol blanco queda bien integrada en la arquitectura tradicional de alrededor. El teatro de Lloseta tiene una programación muy activa, entre la que destaca el ciclo de música clásica.
Por último, es interesante recordar el pasado minero de Lloseta, en cuyos alrededores se producía la mayor parte del carbón de Mallorca. La chimenea de la explotación minera fue restaurada y actualmente el edificio del pozo de Sa Truyola acoge un centro cívico cultural.
En esta época de dietas y sabores aburridos, resulta reconfortante saber que todavía quedan lugares donde encontrar dulces como los cardinals de Lloseta, por los que merece la pena pecar.