Cada año y en los primeros días de agosto, Eivissa celebra sus ‘Festes de la Terra’ (Fiestas de la Tierra), en conmemoración de la victoria conseguida por las tropas catalanas sobre los musulmanes que la ocupaban desde hacía varios siglos. Todo comenzó en un ya lejano 7 de diciembre de 1234,

cuando el rey Jaime I de Aragón facultó a Guillem de Montgrí, entonces arzobispo electo de Tarragona, para que pudiese conquistar las islas de Eivissa (Medina Yebisah) y Formentera, que estaban en poder de los sarracenos y poseerlas después como feudatario del rey. Según detalla el historiador Joan Marí Cardona en su libro ‘La conquista catalana de 1235’, en la citada fecha, Jaime I firmó la escritura de cesión en feudo, “reservándose sólo la soberanía, con el derecho de hacer la guerra y la paz”, y fijando un término para dicha conquista, comprendido desde la fecha en que se firmó la donación hasta la próxima fiesta de Sant Miquel, a celebrar el 29 de septiembre del año siguiente, 1235.

Guillem de Montgrí disponía, pues, de nueve meses y 23 días para preparar a sus soldados y a la escuadra que debería trasladarlos a las costas de Eivissa. El verano era teóricamente la mejor época para la nevagación, y de hecho así se eligió.

El 12 de abril de 1235, Guillem de Montgrí suscribió un contrato con Pere, Infante de Portugal y Nunó Sanç, Comte de Rosselló, por el que unían sus fuerzas para llevar a cabo dicha conquista. Las cláusulas más destacadas de este convenio eran, en primer lugar, la erección y dotación de una iglesia parroquial en Eivissa, “para gloria de Jesucristo y de su Madre la Virgen María”; el acuerdo de que cada uno de los tres se resarciría de los gastos que le ocasionara la expedición con los bienes capturados en el saqueo; y el reparto en partes iguales del Castillo y la Vila de Eivissa y, en partes proporcionales al número de soldados que aportase cada uno, “todo el resto que haya fuera de la Vila, tanto en la mar como en la tierra, los estanques de la sal y cualesquiera otras posesiones de las islas”.

Así pues, y en el término señalado en la donación del rey, se llevó felizmente a término la conquista de Eivissa y Formentera. El día 8 de agosto de 1235, festividad de Sant Ciriac, es la fecha en que la Vila y el Castillo de Eivissa fueron conquistados por las tropas de Montgrí, Sanç i Pere de Portugal. Poco más tarde, se dieron igualmente por ocupadas las restantes tierras de las Pitiüses. Finalizada dicha gesta, los tres conquistadores comenzaron a cumplir escrupulosamente y al pie de la letra todos y cada uno de los pactos que figuraban en el contrato entre ellos suscrito.

La leyenda de la traición

El día de sant Ciriac de 1235, las tropas catalanas vencen la resistencia de los sarracenos, y penetran en el recinto amurallado de Ibiza ”sin que el trabuquet (máquina de guerra para tirar piedras de grandes dimensiones) que se había traído para la lucha no hubiera echado -cuentan los cronistas- más de diez piedras sobre el castillo (…)”

Pero, junto con los hechos históricos, también hay lugar para las tradiciones y las leyendas de todo tipo. En el caso concreto de la conquista de Ibiza, la leyenda que más ha arraigado en el pueblo ibicenco y que ha perdurado hasta nuestros días dice que esta caída de la villa, en apariencia con tanta facilidad, fue causada por la traición de un hermano del caudillo o jeque moro, como venganza por haberle robado este último su esposa. “Aprovechó -según los cronistas- una ventana que tenía su casa que daba al exterior de la muralla para dejar pasar las tropas de los sitiadores”.

En el camino que sube a la catedral, una pequeña capilla recuerda esta tradición-leyenda. Es la denominada capilla de Sant Ciriac, y cada año, en el programa conmemorativo de la festividad, uno de los actos consiste en la visita que las autoridades de la isla hacen a este lugar, antes del acto institucional ante la estatua yacente de Guillem de Montgrí, en la plaza del Ayuntamiento.

De esta mezcla de tradición y leyenda hay constancia desde hace al menos cinco siglos, porque en documentos del siglo XV ya se pueden leer denominaciones como ’el campo de la traición’ y ‘la puerta de la traición’. No sabemos los nombres de los protagonistas, ni del traidor ni del traicionado, ni de la esposa…pero tanto vale. Al fin y al cabo, siempre es más bonita la leyenda, según la cual un asunto amoroso permitió llevar a cabo toda una gran conquista.