Las antiguas murallas de Palma fueron derribadas hace décadas, pero quedan algunos valiosos vestigios que se han integrado como elementos destacados del nuevo modelo de ciudad: los baluartes de Sant Pere y del Príncep, en plena fachada marítima. Son los únicos supervivientes de los trece que, junto con ocho puertas, jalonaban la antigua muralla renacentista que delimitaba la Palma anterior al Ensanche.
Su posición estratégica les salvó de la piqueta que en los años 30 del siglo XX acabó con el 80 por ciento de la muralla palmesana.
Los baluartes no aparecieron en el recinto fortificado hasta que fue necesario acometer la defensa artillera de la ciudad. Esto sucedía en el siglo XVI, durante las Germanies, y en un momento de fuerte inseguridad en el Mediterráneo. De ahí que su característico perfil en punta de diamante no esté presente en la muralla romana ni en la islámica, que precedieron y se integraron en la muralla renacentista.
En aquella época, los barcos que arribaban al puerto de Palma disparaban salvas que eran contestadas por los baluartes.
Hoy, 400 años después, este uso se ha perdido pero una vista desde las garitas ofrece un impresionante panorama de la ciudad y la bahía.
Y no solo eso. El baluarte de San Pedro es desde 2004 sede del Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma. Erigido entre 1575 y 1578, conocido entonces como Baluarte de Santa Caterina, durante 300 años subsistió como espacio de especial interés para la defensa militar de la ciudad. En 1952, después de albergar durante décadas el Cuartel de Artillería de Sant Pere, dejó de ser un referente defensivo estratégico. En 1963 fue objeto de un derribo parcial provocado y el Estado proyectó en 1965 su reconstrucción inmediata. Hoy, es uno de los conjuntos histórico-artísticos más sobresalientes y visitados por los turistas.
Más compleja ha sido la evolución del baluarte del Príncep, en la muralla de Llevant. En los años 40, contraviniendo las normativas proteccionistas, el Estado construyó en el sobrebaluarte la Caja de Reclutas, que no fue derribada hasta 2007. Esta edificación militar contribuyó en gran parte al deterioro del recinto. Desde 1985 su rehabilitación se considera clave, pero no ha sido hasta años recientes cuando se ha acometido con seriedad. El objetivo era convertirlo en un enorme balcón que abra la ciudad al mar. El Baluarte del Príncep estaba cubierto de andamios, aunque las obras han avanzado a buen ritmo y ya se impone la belleza que su arquitectura renovada aporta al perfil marítimo de la ciudad.
Las antiguas murallas de Palma fueron derribadas hace décadas, pero quedan algunos valiosos vestigios que se han integrado como elementos destacados del nuevo modelo de ciudad: los baluartes de Sant Pere y del Príncep, en plena fachada marítima. Son los únicos supervivientes de los trece que, junto con ocho puertas, jalonaban la antigua muralla renacentista que delimitaba la Palma anterior al Ensanche.